jueves, 31 de marzo de 2016

ERITREA

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

"En los campos de refugiados de Sudán y Etiopía, se puede advertir en los rostros de los jóvenes eritreos, las heridas
invisibles de su atormentada realidad", según Médicos Sin Fronteras. 
Muchos de los refugiados que tratan de llegar a Europa a través del Mar Mediterráneo son provenientes de la lejana y casi desconocida Eritrea. En ese país del Cuerno de África, no hay hambre ni guerra, pero sus habitantes huyen del inhumano régimen político imperante desde el primer día de su independencia. El viejo sueño de libertad se convirtió de repente en una terrible pesadilla. Esos niños que llenaron las calles del país para celebrar su independencia, para recibir a sus héroes que regresaban a casa, esa generación vive ahora aterrorizada, refugiada en otros países y cada año esa tragedia aumenta, alcanzando unos niveles intolerables que el mundo simplemente ha ignorado.
Independiente de Etiopía desde mayo de 1993, el gobierno de Isaias Afewerki, ha tratado sistemáticamente de instrumentalizar las tensiones con el país vecino para cometer brutales violaciones a los derechos humanos contra su población. Bajo ese pretexto toda la sociedad eritrea ha sido militarizada, imponiendo un servicio militar universal e ilimitado. La mayoría de la juventud eritrea no tiene esperanza en el futuro, servir en una unidad militar o civil es lo único que pueden hacer desde que tienen diecisiete años y para el resto de su vida. 
Ese ambiente de constante pre-guerra le ha servido a Afewerki, para recortar la mayoría de libertades, desde la libertad de movimiento a la de expresión, de la religión a la de asociación. Bajo ese pretexto, la dictadura eritrea no ha implementado la constitución, ni ha hecho funcionar plenamente la Asamblea Nacional. En la práctica en Eritrea no existe un Estado de derecho y nadie ha sido llevado ante la justicia por violar los derechos humanos. Es por esta situación que organizaciones internacionales defensoras de derechos humanos, como Amnistía Internacional definen a Eritrea, como "una enorme cárcel a cielo abierto".
Isaías Afewerki, el guerrillero marxista en los 80, derivó
en el autócrata despiadado en los 90, cuando llega
al poder con la independencia en 1993.
Los eritreos durante todo su proceso de independencia, disfrutaron formalmente de las simpatías de África, pero casi nunca ese sentimiento se transformó en apoyo concreto de los gobiernos del continente. Es que la bandera de la independencia de Eritrea tocaba una llaga muy viva y dolorosa de la historia africana: la arbitrariedad de las fronteras nacionales trazadas por las ex metrópolis coloniales. Temían los gobernantes africanos, por más comprensivos que fuesen frente a las reivindicaciones de los eritreos, que la victoria de su causa iniciase un proceso -muy difícil, doloroso y de imprevisibles consecuencias- de revisión de las injusticias creadas por los intereses europeos durante el proceso de independencia.
El caso de Eritrea es un ejemplo típico de la ambigüedad de Europa y de las Naciones Unidas, frente a la realidad histórica de un continente al que las potencias coloniales se repartieron como si fuese una torta. Primero como posesión territorial italiana y luego de la Segunda Guerra Mundial, como “una entidad autónoma perteneciente a Etiopía, bajo la soberanía de la corona etíope”. El devenir histórico de Eritrea siempre estuvo ligado a la lucha de su propio pueblo. La soledad que vivió durante su largo proceso independentista, puede explicar el auto-aislamiento internacional que Eritrea se ha impuesto en la actualidad, considerándose uno de los países más cerrados del mundo.
                      “La soledad que vivió durante
           su proceso independentista, puede explicar
          el auto-aislamiento internacional que Eritrea
                    se ha impuesto en la actualidad” 
En la actualidad hay un consenso en calificar a Eritrea, como uno de los países más herméticos y aislados de África y por voluntad propia, es decir, por voluntad y decisión personal de su dictador, Isaías Afewerki. Este ex guerrillero de ideas marxistas en los años 80 y líder del Frente Popular de Liberación de Eritrea FPLE, derivó en autócrata despiadado en los años 90, cuando llega al poder con la independencia de Eritrea en 1993. Desde su independencia, Eritrea va ser un país diezmado por la pobreza y la guerra. Durante los años 1998 al 2000 este país se va ver envuelto en una guerra de límites fronterizos con Etiopía, conflicto que va dejar un saldo de más 70 mil muertos entre ambos ejércitos.
Eritrea está anclada en el estratégico Cuerno de África,
entre el militarizado Yibuti, el temido Sudán
y su enemigo de siempre, Etiopía.  
Por su ubicación geográfica, Eritrea también tiene una gravitación especial. Está anclada en el estratégico Cuerno de África, muy próxima a Yibuti, el pequeño país convertido en porta-aviones de las potencias de occidente y de China. Además, Eritrea tiene una amplia frontera con la temida Sudán y con su enemiga de siempre Etiopía, nación que posee uno de los mejores ejércitos de la región. Por estos atributos geopolíticos, el gobierno de Asmara ha sabido jugar bien sus cartas. Desde hace cinco años, Afewerki empezó a acercarse a los países del Golfo, a las monarquías árabes, como Arabia Saudita, Quatar y los grupos yihadistas auspiciados por esos países. Convirtiendo a Eritrea en un temerario santuario del islamismo radical. Lo que le ha generado un mayor aislamiento y a la par mayores ingresos económicos, provenientes de las inversiones de sus nuevos amigos árabes.
Por todo ello, en la actualidad Eritrea es toda una incógnita en el mapa de África y en la región próxima al Golfo de Adén. Una nación cerrada para occidente, con vinculaciones nada santas con el yihadismo y con un gobierno dictatorial que ocupa los primeros lugares en la lista de los principales países violadores de los derechos humanos en el mundo.  
       “Eritrea es toda una incógnita en el mapa de África
               y en la región próxima al Golfo de Adén.
                  Una nación cerrada para occidente,
         con vinculaciones nada santas con el yihadismo
                      y con un gobierno dictatorial”
Según el último informe de Amnistía Internacional AI, Eritrea es un país en el que ser arrestado es un hecho cotidiano, experimentado por hombres, mujeres, ancianos e incluso niños. Los centros de detención oficiales y no oficiales, ubicados en la superficie o bajo tierra, o recluidos en contenedores de metal que incrementan el calor, usados como práctica de tortura, para obtener confesiones o simplemente para castigar conductas,  son la expresión más cabal de los demenciales regímenes carcelarios que se viven en este aislado país africano. La Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, también ha denunciado ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzosas de personas. Además, Eritrea aparece en el último lugar en la lista sobre libertad de prensa elaborada por Reporteros Sin Fronteras RSF.
Adicionalmente, Eritrea se ha convertido en uno de los países con más refugiados en el exterior. “En la actualidad, en los campos de refugiados de Sudán y de Etiopía, se puede advertir en los rostros de los jóvenes eritreos, las heridas invisibles de su atormentada realidad”, se señala en un reporte de Médicos Sin Fronteras MSF. Pero incluso como refugiados, los eritreos no reciben la protección necesaria. Son secuestrados en Sudán por oficiales eritreos, viven una vida de precariedad en inhumanos campos de desplazados por toda la región y cuando consiguen llegar más lejos, entierran sus esperanzas en el Mar Mediterráneo o caen en las manos de las pavorosas mafias de tráfico de personas.  
            “Alrededor de 35 mil eritreos fueron rescatados
                         el año 2015 por Italia en aguas
                         del Mediterráneo, según MSF”
La mayoría de los casi 400 fallecidos en la tragedia de Lampedusa de octubre del 2013 eran eritreos, el país detrás de Siria en el que mayor número de sus ciudadanos optan por una huida arriesgada. “Un control omnipresente del Estado y una represión despiadada”, en palabras del informe de AI, y un éxodo en ocasiones mortal. Alrededor de 35 mil eritreos fueron rescatados el año 2015 por Italia en las aguas del Mediterráneo, según MSF. “El año pasado en Italia, el 50% de la gente que llegó como refugiados eran de Eritrea y de Siria. Estas personas querían un estatus especial, no había que tramitar mucho para darles el estatuto de refugiados. En países con mucha represión como Eritrea, que genera muchos refugiados, cerrar los ojos y pensar que no va pasar nada, es como una muerte en masa anunciada”, informa con mucho dramatismo MSF.
Luego de más de veinte años de independencia, los eritreos han comenzado el largo viaje para recuperar su dignidad, sabemos que no va ser fácil, pero más fuerte es la fe inextinguible del pueblo eritreo por un mañana de libertades y derechos plenos. Alejada de esa enorme cárcel a cielo abierto, en que se ha convertido el día de hoy. 



sábado, 5 de marzo de 2016

YOWERI MUSEVENI:
¿EL  FIN  DE  UNA  ÉPOCA?
La expresión "seguridad y estabilidad regional" muy bien podría explicar el tutelaje de las grandes potencias, hacia el régimen de Yoweri Museveni durante los últimos 30 años. 
Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

Tras vencer en las elecciones del pasado 18 de febrero, el presidente ugandés Yoweri Museveni se ha asegurado mantenerse ininterrumpidamente en el poder durante 35 años. Según la Constitución, este debería ser su último mandato, ya que la ley electoral limita a 75 años el máximo de edad de los candidatos presidenciales. Pero el viejo líder ugandés es un político de muchos recursos. Ya en el año 2005 consiguió cambiar la Constitución, que en aquel entonces limitaba a dos el máximo de mandatos para un presidente.

Uganda tiene una larga historia de fraudes electorales. Los últimos comicios no han sido la excepción. Durante la campaña electoral, Museveni prometió aplastar cualquier acción que fuese contra los resultados electorales. El líder de la oposición, fundador del Foro para el Cambio Democrático FDC y ex colaborador del gobierno actual, Kizza Besigye, fue detenido en dos oportunidades y mantenido bajo arresto domiciliario por efectivos de la policía militarizada, durante los comicios. Cuando abrieron las urnas, muchos servicios móviles y las redes sociales fueron bloqueadas. Tras las elecciones, en las calles de Kampala aumento la presencia amenazadora de soldados del ejército y de agentes anti-motines. Los observadores internacionales de la Unión Europea y de la Commonwealth, desde un principio del proceso, denunciaron la falta de transparencia e independencia por parte de la comisión electoral.

Pero a pesar de esta aptitud anti-democrática e intolerante con la oposición de parte del gobierno de Museveni, la comunidad internacional, en especial los centros de poder en el mundo, dieron como valederas estas elecciones, que consagraron cinco años más de hegemonía política del viejo partido Movimiento de Resistencia Nacional NRM y de su Jefe y fundador, el conocido hombre del sombrero, Yoweri Museveni. Pero qué encanto tiene este hombre de padres ganaderos, que estudio en Tanzania, que inició su carrera política formando parte del gabinete de Milton Obote y que sufrió el exilio tras el golpe militar de Iddi Amin Dada en 1971, para que las potencias mundiales, incluyendo China, apuesten por un régimen presidido por él, que dista mucho de ser democrático y medianamente civilizado.

La represión  y la criminaliazación de protesta han sido los signos de la
deriva autoritaria del régimen de Museveni.
La expresión “seguridad y estabilidad regional”, muy bien podría explicar el origen del sustento y tutelaje político de las grandes potencias hacia el gobierno de Museveni durante los últimos 30 años. Hay que recordar, que desde su exilio en Tanzania, Museveni comienza a relacionarse con distintos grupos guerrilleros, hasta que en 1979 participa en el derrocamiento del sanguinario Idi Amin por parte del ejército de Tanzania y de distintas guerrillas ugandesas. Museveni funda entonces el partido Movimiento Patriótico de Uganda, pero no consigue convertirse en diputado en las elecciones de 1980, comicios amañados que buscaban la reelección de Obote como presidente. Su nuevo gobierno anti-democrático, provoca rápidamente una ola de descontento popular, canalizada a través del Ejército de Resistencia Nacional NRA creado por Museveni, quien declara la guerra al Estado ugandés y a su ejército. Comienza así una guerra civil y una desestabilización de la región que continúa tras el golpe de Estado de 1985, que derroca, una vez más, al controvertido Obote. En enero de 1986 los hombres del NRA entran en Kampala y Museveni se autoproclama presidente de Uganda.

        “Con una población cada vez más joven,
            al viejo caudillo le va ser más difícil
             controlar el descontento popular”

El nuevo gobierno cuenta rápidamente con el beneplácito y la aprobación de los países occidentales, lo que le permite el acceso a créditos del Fondo Monetario Internacional FMI y del Banco Mundial BM. A pesar de la falta de democracia y la dura represión contra las guerrillas opositoras, las ayudas financieras permiten a Uganda restablecer el orden interno y gozar de una estabilidad regional tras dos décadas de caos.

Las grandes potencias le asignaron el rol de "estabilizador regional"
al gobierno de Museveni, en la zona de los "Grandes Lagos"
A mediados de la década de los años ochenta, el gobierno de Kampala, con la entronización de Museveni en el poder, se convirtió en el modelo de “democracia” africana para Washington, del mismo modo que Uganda se convirtió rápidamente en una plataforma de lanzamiento para movimientos guerrilleros apoyados por los Estados Unidos dentro de Sudán, Ruanda y el Congo. La militarización de Uganda era parte integral de la política exterior de los EE.UU. Tanto los EE.UU como Gran Bretaña apoyaron la expansión, crecimiento y equipamiento del ejército de Uganda, convertidolo en el partido político y en el único sustento del régimen de Museveni.

        "La militarización de Uganda era parte 
     integral de la política exterior de los EE.UU”.

Años después con el despertar del yihadismo en la región oriental africana, Uganda, como en los años ochenta, se convertirá en pieza clave para la defensa de los intereses de occidente en esta parte de África, esta vez contra el terrorismo integrista de Al Shabab en Somalia. El despliegue de más de 6 mil soldados ugandeses en territorio somalí apuntala aún más a uno de los principales enemigos para Al Shabab, cuyo terreno de actuación cruza cada vez más fronteras. Esta vez la amenaza se posa sobre la capital de Uganda, Kampala, a 1800 kilómetros de Mogadiscio y con un 84% de población cristiana.  Sin embargo, el gobierno de Museveni le debe mucho a occidente como para no estar ahora en la primera línea de fuego, en su lucha contra el yihadismo, siguiendo los dictados del AFRICOM (Comando Militar de los Estados Unidos en África).

Aunque la mayoría de los países africanos se resistieron a la presencia de las bases del AFRICOM en sus territorios, naciones como Nigeria, Etiopía, Liberia y por supuesto Uganda, abrieron sus fronteras para el ingreso del personal armado y de las fuerzas de seguridad corporativa de los Estados Unidos. Uganda, ahora se ha visto envuelta en la guerra internacional que los norteamericanos le han declarado al terrorismo yihadista.

      “Desde los años ochenta, el gobierno de Kampala,
     se convirtió en el modelo de “democracia” africana
                              para Washington.


Uganda desde hace más de una década, es un país rico en petróleo, culturalmente diverso, lleno de muchos grupos étnicos y religiosos, lo que de por sí, le ha creado muchos problemas con el gobierno central. Además, tras las últimas elecciones presidenciales, se ha evidenciado una mejor articulación de los grupos opositores ugandeses, tanto entre los partidos políticos, como en las agrupaciones ciudadanas surgidas desde las bases de la sociedad civil. Lo cual va depararle al gobierno de Museveni, muchos problemas de legitimidad política y desborde popular. Lo cual va cuestionar, tras tres décadas de gobierno, su supuesto rol de estabilizador de la región, que le asignaron los centros de poder. 

Mientras tanto, luego de su victoria electoral, nadie perturba la paz del viejo caudillo ugandés, no así la de su país: Uganda sigue sufriendo periódicamente la arremetida armada de la banda somalí, en la cada vez más porosa frontera compartida. A pesar de ser un estrecho aliado de los Estados Unidos en la convulsa región de los Grandes Lagos, Museveni no se ha librado de las críticas del presidente norteamericano, aunque estas sean meramente retoricas, dadas las estrechas y viejas relaciones e intereses que los une. 

Museveni lleva ya más de tres décadas en el poder, siguiendo la estela de Teodoro Obiang (Guinea Ecuatorial), Eduardo Dos Santos (Angola), Robert Mugabe (Zimbabue), Paul Biya (Camerún) o Pierre Nkurunziza (Burundi). En su caso, como en otros, lograr la estabilidad y la apertura en Uganda tras años de guerra, le permitió echar raíces en la poltrona presidencial. Sin embargo, en un país donde la población es cada vez más joven -la mayoría ni siguiera había nacido cuando se proclamó presidente-, parece que al viejo caudillo le va ser cada vez más difícil controlar el descontento popular, augurando una nueva era para este país del oriente africano.