lunes, 30 de junio de 2014

¿POR QUÉ EXISTEN  
  TANTAS GUERRAS
  EN ÁFRICA?

El tipo de conflictos armados que se libran hoy en estos países, tienen que más con un
"bandolerismo oportunista", que con una guerra propiamente dicha. 

Hace algunas semanas se ha publicado en Londres, el llamado Índice Global de la Paz -GPI según sus siglas en ingles- correspondiente al último año, una clasificación en que se analizan hechos y tendencias vinculadas a guerras o conflictos armados en 162 países del mundo. Según esta categorización, el continente africano es la región del planeta que alberga el mayor número de conflictos armados en la actualidad.

Países como; Somalia, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, República Centroafricana se ubican, según este informe, entre las naciones con mayor índice de violencia. Ante esta constatación, cabria preguntarse: ¿Por qué existen tantas guerras en África? Las respuestas más frecuentes a esta interrogante podrían ser: por la nefasta herencia colonial; por la falta de instituciones solidas en estos países, que ocasionan golpes de Estado; por la injusta distribución de los ingresos o por los rezagos de la guerra fría. Si bien es cierto estas respuestas nos podrían sirven para explicar muy bien las causas generadoras de estos conflictos armados; para mí existiría adicionalmente un motivo muy puntual que podría develar el origen de las actuales guerras africanas.

Seamos directos en este tema, existen en la actualidad en África guerras interminables, que en la mayoría de los casos no son propiamente guerras, en el sentido estricto de la palabra, ni tampoco cumplen con lo que tradicionalmente se ha considerado como tal. A diferencia de otros conflictos armados que ha padecido el continente africano –como las guerras de independencia, la guerra civil en Biafra, las revueltas armadas de los Tuareg en Malí, las guerras fronterizas entre Etiopía y Somalía o Eritrea y Etiopía- los combatientes de los actuales conflictos africanos no tienen ideologías claras, ni objetivos definidos, ni reivindicaciones establecidas. No les interesa realmente la toma del poder, ni mucho menos cambiar el estado de las cosas en sus países. Únicamente quieren robar y traficar con los recursos naturales de las zonas donde operan.


Campo de entrenamiento del M 23 rebeldes que asolaron la región este
de la República Democrática del Congo -RDC-. 
Estos supuestos combatientes, son aventureros que buscan crear una zona liberada y medrar de las riquezas naturales del lugar y si es con el apoyo de alguna potencia extranjera o una empresa transnacional mucho mejor. Prueba de ello, es que estos rebeldes prefieren actuar en selvas de difícil acceso. Las montañas y las aldeas alejadas les ofrecen el cobijo y les permiten cometer sus crímenes y asaltos, lejos del poder del Estado y del accionar de los ejércitos regulares. Pero estas lejanas junglas deben de estar próximas a yacimientos de minerales como: oro, piedras preciosas, cobre, cóltan -preciado mineral que se usa en toda la industria de equipos móviles- o cerca de pozos o campamentos petroleros. Estos grupos armados nunca suelen operar en zonas sin recursos naturales. 

             “El tipo de guerras que se libran hoy
                en África, tienen que ver más bien
          con un bandolerismo oportunista que con
                  una guerra propiamente dicha”

Por otra parte, no tienen la mínima intención de buscar seguidores o apoyos populares para sus reivindicaciones, demandas que por supuesto no existen, constituyendo un terror para el pueblo que supuestamente defienden. Su búsqueda de apoyo se limita al rapto de niños, para enrolarlos a la fuerza en sus organizaciones violentistas, enseñándoles a empuñar las armas y a matar.

Es por ello, que el tipo de guerras que se libran hoy en la mayor parte de los países africanos, en especial del África subsahariana, tienen que ver más bien con un "bandolerismo oportunista" que con una guerra propiamente dicha. Es el caso de la República Democrática del Congo -RDC- la cual ha sido escenario, desde hace dos décadas, de una violencia descarnada, originada por grupos armados de diferente procedencia, que operaban cerca de los yacimientos de oro y coltan en la región de Kivu; grupos armados que reciben el apoyo directo de las vecinas Ruanda y Uganda, así como de empresas mineras transnacionales europeas y norteamericanas.

Milicias anti balakas en la República Centroafricana, un conflicto
inter étnico que encubre las ambiciones por el control de las zonas petroleras.
Otro caso de aventurerismo armado, es el se da en la República Centroafricana, país que se ve asolado por bandas que se disputan el control de las zonas próximas a los campamentos de extracción de cobre y oro que recurrentemente tienen enfrentamientos con los efectivos de las Misiones Internacionales o con el reducido ejército regular de ese país. Estas bandas armadas centroafricanas, operan bajo el barniz de reivindicaciones confesionales. Los balakas (machetes), antiguos miembros del grupo Seleka, musulmanes radicales y los anti-balakas, de confesión cristiana, se han convertido en simples asesinos y sicarios a sueldo, que buscan el apoyo económico de las empresas que explotan las reservas minerales de estas zonas o en caso contrario, ellos mismos se adueñan de esos recursos y los ofrecen al mejor postor. 


En la República de Sudán del Sur, que desde el año 2013 sufre una encarnizada lucha entre miembros de grupos tribales, también es escenario del accionar de este “bandolerismo oportunista”. Lo que surgió como un enfrentamiento inter étnico, lo cual fue más un pretexto que una causa real, derivó en una pugna entre caudillos regionales para tomar el poder y hacerse de las riquezas petroleras. Aunque, el caso más emblemático de este sicariato violentista, se dio en Liberia y Sierra Leona, naciones que entre los años 1990 al 2002 tuvieron que enfrentar la llamada “guerra de los diamantes de sangre”. En donde un grupo de salteadores asesinos destruyeron las instituciones y el Estado de ambas naciones, a punta de masacres contra la población civil, con el único fin de explotar los yacimientos de diamantes.

            “Estos guerrilleros son aventureros
             que buscan crear una zona liberada
       y medrar de las riquezas naturales del lugar”

Los casos de violencia en las Republicas del Chad, Camerún y Uganda también tienen el mismo tenor, grupos armados que desde zonas económicas estratégicas, poseedoras de riquezas naturales,  le hacen la vida imposible a los gobiernos de turno, usando los más sangrientos y brutales métodos de exterminio contra la población civil: secuestro de niños para enrolarlos a la fuerza a sus guerrillas, amputación de manos o piernas, violación a mujeres o niñas, arrasamiento de poblaciones enteras. 

Niños soldados que fueron enrolados a la fuerza y entrenados a matar
por las guerrillas asesinas en Sierra Leona, durante la guerra de los diamantes
.
Un caso particularmente brutal, es el del casi extinguido Ejercito de Resistencia del Señor un banda armada dirigida por el ugandés Joseph Kony, un fanático religioso y criminal, quien durante más de dos décadas venía asolando a su país y a las naciones vecinas y de quien pende sobre él un proceso penal, abierto en la Corte Penal Internacional -CPI- por crímenes de lesa humanidad.
Como vemos, en África en los últimos treinta años, se ha pasado de guerras propiamente dichas a “bandolerismos oportunistas”. Raramente asistimos hoy a combates entre soldados. En su lugar, hemos pasado a enfrentamientos entre soldados armados y civiles indefensos. Esto explica las atrocidades que se viven en muchos conflictos: machetazos a niños y ancianos, mutilaciones de civiles inocentes, violaciones a mujeres. ¿Hay verdaderamente un objetivo militar o político en estas atrocidades? Ninguno, solo el uso demencial de la violencia para lograr objetivos personales de lucro.


Los conflictos armados o las guerras de baja intensidad, que jalonean en la actualidad el continente africano, tienen para sus actores aparentemente reivindicaciones legítimas, pero si prestamos un poco de atención y analizamos uno a uno, pronto nos damos cuenta que estas demandas son meras excusas para los depredadores de recursos que aprovechan el caos para sacar ventajosas tajadas.

Como hemos visto en los casos citados anteriormente, los jefes rebeldes suelen enarbolar los problemas que atraviesan las zonas de sublevación para justificar sus acciones: falta de servicios básicos y abandono por parte del Estado -como en Chad, Camerún y Uganda-, pobreza y rivalidades tribales -como en la RDC-, guerras inter étnicas -el caso de Sudán del Sur-, diferencias confesionales y reivindicaciones nacionalistas -como se da en República Centroafricana y Malí-. Pero nada más alzarse en armas, se olvidan de esos problemas y se dedican al saqueo de los recursos naturales de la zona y siempre con la complicidad de alguna potencia regional o una compañía transnacional.

Guerrilla que opera al sureste de Chad, muy cerca a los oleoductos de Sudán
y de las minas de oro y cobalto de la República Centroafricana.
Como posible solución a este fenómeno de violencia, gente bienintencionada piensa que hay que persuadir a estas bandas armadas para que salgan de la jungla, abandonen las armas y se sienten a negociar con sus gobiernos. Pero la pregunta es: ¿Qué se va negociar? ¿Qué se va ofrecer a cambio? Estos asesinos lo único que anhelan es dinero, armas y matar. ¿Cómo se podría negociar con gente así?


            “Raramente asistimos hoy a combates
          entre soldados. En su lugar, hemos pasado
          a enfrentamientos entre soldados armados
                          y civiles indefensos”
             
Se ha visto en el pasado experiencias en Liberia y Sierra Leona o en los actuales conflictos en las República Democrática del Congo y Centroafricana, donde después de largas negociaciones y supuesta integración de los rebeldes, estos han vuelto a retomar las armas y echarse al monte. Aunque resulte duro decirlo y tras varios fracasos de negociación, la única solución pasa por la captura o la eliminación de sus jefes, porque estos grupos armados suelen desaparecer con sus jefes, porque dependen fundamentalmente de sus líderes y de sus ansias de lucro. Eso es lo que paso por ejemplo, con Foday Sankoh en Sierra Leona, Charles Taylor en Liberia o Bosco Ntaganda en la RDC. Estos grupos armados que no tienen ni objetivos, ni métodos, ni estructuras y que solo dependen de las ambiciones de sus líderes, suelen desaparecer con sus jefes.

Y estoy seguro que lo mismo sucedería, con tanta guerrilla y grupo violentista si se lograra apresar a sus líderes, ya que estos asesinos a sueldo dependen de sus jefes sin saber por qué y para qué combaten.  Pues muchos conflictos armados son círculos de violencia que se pierden en las selvas sin ningún objetivo.
A lo mejor también, falta voluntad política a nivel internacional para poner fin a estos conflictos, aunque no toda ayuda internacional es buena o desinteresada. Es fácil que países europeos e inclusive los Estados Unidos o China, bajo el manto protector de las Naciones Unidas, decidan intervenir en esos países africanos y con todo su aparato militar puedan eliminar, en muy breve tiempo a estas bandas armadas. Pero ¿a cambio de qué? ¿Explotación de recursos naturales? ¿Facturas de por vida por los servicios prestados? ¿Más colonización camuflada? Creo que sería peor el remedio que la enfermedad. Por eso se debería aprovechar una cooperación internacional humanitaria o militar eficaz y eficiente, pero sin ningún interés adicional.



jueves, 19 de junio de 2014

COSTA  DE  MARFIL:
LOS  VENCEDORES  SIEMPRE  ESCRIBEN  LA  HISTORIA

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

Anclada en la costa occidental del continente africano, Costa de Marfil es el mayor productor de cacao en el mundo
y también es rico en café, madera y petróleo, de ahí el interés de Francia, su antigua metrópoli de seguir
controlando su economía. 


El escritor e historiador español José María Gironella, autor de uno de los estudios más completos sobre la Guerra Civil Española, decía que en esta conflagración fratricida habían muerto 500 mil personas y en la postguerra otro medio millón.  Luego de la guerra, cuando llegó la paz los vencedores tomaron venganza contra los perdedores.   

Este dramático hecho, no es una excepción cuando hablamos de guerras civiles o enfrentamientos fratricidas. Los vencedores de una confrontación siempre hacen la ley y cuando alcanzan el poder persiguen, hostigan y eliminan a sus adversarios y luego escriben la historia. La diferencia es que antes solía ocurrir bajo regímenes autoritarios, como en el caso del franquismo. Pero ahora, sucede en lugares en los que se celebran elecciones.

Este mes de abril hemos recordado el genocidio en Ruanda, una autentica tragedia que conmocionó al mundo y que lamentablemente, oculta otra historia menos conocida, pero igual de dramática, que también tuvo lugar en suelo africano y que marco la vida de muchas personas. Me refiero a la intervención armada de la aviación francesa y de la misión de la ONU en Costa de Marfil, que ocurrió en el 2011 y que resultó en el bombardeo inmisericorde de la capital económica del país, la ciudad de Abiyán, durante una interminable semana, antes de poner fin al estallido de violencia que surgió luego de las elecciones presidenciales de diciembre del 2010.

Vista  de los bombardeos de la aviación francesa sobre Abiyán, durante
las jornadas de violencia post electoral del 2011. Francia intervino
para apoyar a su candidato aliado
.
Para ubicarnos mejor en esta historia, habría que recordar que Costa de Marfil, la ex colonia de Francia que se independizó en 1960, comparte la amplia costa atlántica de África, frente al Golfo de Guinea. Siempre gozó de grandes perspectivas económicas por sus ingentes recursos naturales; es el mayor exportador de cacao en el mundo y también es rico en café, madera y petróleo. Sin embargo, su historia política estuvo signada por una estabilidad institucional a la medida de los intereses económicos de su antigua potencia colonial, en marcados en frecuentes periodos de violencia. Uno de esos periodos agitados se vivió a partir del 2002, con la polarización del país –tras un golpe de Estado- y la guerra civil posterior.

Un gobierno de concertación nacional surgió en el 2006 presidido por un moderado Laurent Gbagbo, quien mantuvo la nación en una tensa y frágil estabilidad, hasta las elecciones presidenciales convocadas para diciembre del 2010. La violencia vivida en Costa de Marfil, hasta ese año, se podría explicar por recurrentes rivalidades caudillistas, diferencias regionales, enfrentamientos étnicos y hasta por antagonismos personales. Pero en las elecciones del 2010 por primera vez se presentaba un proyecto de desarrollo alternativo para el país; antagónico al tradicional modelo de dependencia heredado del periodo colonial.

Costa de Marfil desde su independencia, como muchos países africanos, seguía dependiendo de su antigua metrópoli; Francia dominaba todos los resortes de su economía para beneficio de sus propios intereses. Este país tiene una moneda controlada por Francia, un Banco Central impuesto por Francia. En realidad el agua, la luz, el transporte, los puertos, el sector exportador está controlado por empresas extranjeras, en especial francesas y norteamericanas.

Luego de las cuestionadas elecciones del 2010 se desata una violencia en
 todo el país entre ambos bandos políticos, dejando más de 30,000
muertos y cientos de miles de desplazados.
Contra esta situación, se levantó la postulación del ex presidente provisional Laurent Gbagbo y su Frente Patriótico Marfileño -FPM-, convertido en un reformista radical, en un candidato con un discurso nacionalista, que postulaba la creación de un Estado distribuidor de la renta petrolera y agrícola, un Estado fuerte que enfrente a los egoístas intereses foráneos. La gran mayoría de marfileños se adhirieron al discurso y a la campaña de Gbagbo, más que por él mismo, por un sentimiento liberador para Costa de Marfil y también por una postura frente a Francia, de la que querían independizarse realmente. Pensaban que Gbagbo era la mejor opción para una independencia real.

Los marfileños, tenían fresca en su memoria la actitud prepotente y abusiva  de Francia contra su país, durante la guerra civil (2002-2006) los bancos franceses que operaban en Costa de Marfil contribuyeron a la asfixia económica de esta nación. En el 2004, las tropas francesas destacadas en territorio marfileño, para supuestamente pacificar el país, atacaban a civiles desarmados en las calles de Abiyán matando a 64 personas, bombardearon a la gente en otras ciudades y la comunidad internacional no dijo nada al respecto y eso no se podía olvidar.

Para las elecciones del 2010 Francia tenía muchos intereses en juego, por eso apostó a Alassane Ouattara como su candidato, un político oportunista que siempre había rondado el poder, un eterno conspirador. El día de las elecciones, se produjo algo muy curioso, luego de los escrutinios, el Tribunal Constitucional, los observadores de los países africanos de la Unión Africana -UA- dan como ganador a Gbagbo, simultáneamente los delegados de Francia y los Estados Unidos apoyan los reclamos de los seguidores de Ouattara, lo que provocó cruentos y violentos enfrentamientos entre ambos bandos. A los pocos días, Francia le tuerce la mano al ente electoral y éste le dan el triunfo al candidato pro francés.

Manifestantes protestan en Abiyán, a favor de la libertad del presidente
Laurent Gbagbo, quien es derrotado mediante un fraude en las
elecciones del 2010. 
Entonces se produce, ante tanta violencia, una parálisis política, tras la negativa de Gbagbo a reconocer como legítimos, los resultados del fraude. Después de cuatro meses de brutales enfrentamientos, que llenaron las calles de muertos, heridos y desplazados, a fines de marzo del 2011, las bandas de mercenarios armados por Ouattara lanzaron una ofensiva con el apoyo del ejército francés y ocuparon casi todas las zonas que estaban en poder de las fuerzas leales al ex presidente. Enl 11 de abril de 2011, soldados y aviones de la fuerza militar francesa bombardearon la artillería desplegada por tropas de Gbagbo, sin hacer distingo de las zonas civiles; bombardeando oficinas públicas, universidades, mercados, puentes, teniendo como objetivo militar a la misma población civil.

A los pocos días y luego de ofrecer una férrea resistencia, es detenido el ex presidente y su esposa, quienes fueron arrestados y enviados sorpresivamente a Holanda, para ser juzgado por la Corte Penal Internacional de La Haya por crímenes de lesa humanidad. Francia había cobrado con bombardeos indiscriminados la osadía de su ex colonia de elegir autoridades en contra de los intereses franceses y de paso había movilizado a contingentes de las Naciones Unidas, para darle a esta flagrante agresión, una apariencia de intervención humanitaria. La ONU se había prestado otra vez al juego de la potencia europea, para deshacerse de sus opositores políticos. Los vencedores imponían sus reglas, decretaban sus leyes y escribían la historia. Ante la pasividad de la comunidad internacional y el mutismo de la prensa mundial.

Los medios de comunicación internacional y en especial la prensa francesa, querían hacernos creer que todo iba bien en Costa de Marfil, que este país era una democracia, que Alassane Ouattara había sido elegido democráticamente por los marfileños. Dejando de lado la existencia de pruebas de fraude electoral y de violencia en todo el territorio; que habían torcido la voluntad popular a punta de bombardeos ilegales y punibles.

Campo de refugiados a las afueras de la ciudad de Abiyán. Existen en la
actualidad cerca de 150,000 desplazados en los países vecinos como
Liberia y Ghana.
Hay que ser claros en un tema, tanto los seguidores de Gbagbo como de Ouattara, fueron responsables de la espiral de violencia que se desató en su país luego de las elecciones del 2010, incluyendo graves violaciones a los derechos humanos. Pero la responsabilidad del presidente impuesto por Francia, es mucho mayor, hay denuncias comprobadas de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad que involucran a Ouattara, así como su complicidad en las numerosas muertes producto de los bombardeos de la aviación francesa contra la población civil. El balance de esos despiadados ataques fue desolador, más de 3,000 muertos, cientos de desplazados y un clima de inseguridad y venganza de todavía subsiste en el país. Fue la crisis humanitaria y de derechos humanos más grave que ha vivido Costa de Marfil.

Es por ello, que es una injusticia y un exceso de parte de la Corte Penal Internacional -CPI- y un desprestigio para esta institución juzgar al ex presidente Gbagbo de crímenes de lesa humanidad. Dado que en las audiencias de confirmación de cargos, se han hecho evidentes: la mala calidad de una acusación particularmente débil, no se han realizados investigaciones sobre el terreno, no se han ofrecido pruebas materiales, solo se han basado en testimonios dudosos y manipulables, con lo cual solo se trataría de reescribir la historia de Costa de Marfil en el sentido de hacer de Laurent Gbagbo una suerte de chivo expiatorio perfecto. Toda una vergüenza.

Laurent Gbagbo, el presidente de Costa de Marfil derrocado e injustamente
procesado en la CPI, por crímenes de lesa humanidad.
En abril del 2011 no llegó la paz a esta nación, sino la victoria. La victoria de unos vencedores que impusieron la ley, el castigo, el odio y la represión a los vencidos. Desde el gobierno se siguieron cometiendo persecuciones, violaciones y abusos a los partidarios reales o supuestos del ex presidente. 

El conflicto marfileño, no solo tuvo connotaciones políticas, sino que también existió un sesgo étnico. Los opositores de Ouattara tacharon al actual presidente de extranjero por su origen burkinés y ellos, los de Gbagbo, por su discurso nacionalista aglutinaron a los llamados “marfileños puros”. No deja de ser una historia repetida entre las muchas fronteras artificiales del continente. Otra consecuencia de la colonización y del interés europeo de trazar líneas divisorias para explotar a su antojo los recursos de África.

Amnistía Internacional ha documentado hasta el año pasado, que las fuerzas militares y policiales han arrestado y detenido al margen de la ley a miles de personas, basándose en motivaciones políticas. Los centros de detención se han multiplicado, hacinando a sus ocupantes en condiciones inhumanas. Muchas personas han sido torturadas y algunas liberadas después de pagar un rescate. Hasta el día de hoy, existen más de 150,000 personas refugiadas y desplazadas, sin haber regresado aún a sus hogares por temor a sufrir represalias del gobierno actual y muchas siguen viviendo en países vecinos como Liberia y Ghana.

Alassane Ouattara actual presidente marfileño, fue impuesto por Francia
mediante bombardeos, para cuidar sus intereses económicos.
Costa de Marfil es hasta ahora un lugar inseguro, con un nuevo ejército pretoriano creado para sostener con la represión, al gobierno de Ouattara. Las quejas entre los opositores al gobierno, incluyen el acoso a los partidos de oposición; la proscripción del partido de Gbagbo; la persecución y censura a los estudiantes universitarios y a las propias universidades; las fuertes limitaciones para la libertad de información y expresión; la inexistencia de un real proceso de reconciliación nacional; la impunidad de crímenes de guerra próximos al poder, la crítica situación de los refugiados y desplazados que todavía se encuentran en los países vecinos y el estancamiento económico del país.

La sacrificada oposición marfileña quiere recordar al mundo que el hecho de que Costa de Marfil raramente aparezca en la prensa internacional, no significa que la normalidad reine en ese país. Los vencedores no deben imponer su propia ley, ni escribir ellos solos la historia, deben de aplicar la justicia, sancionar a los culpables por los crímenes cometidos y reparar a las víctimas.  Si no lo hacen, Costa de Marfil corre el riesgo de enredarse en sucesivas crisis políticas que convertirán la reconciliación nacional en una esperanza perdida.


Foto tomada por un residente de la ciudad de Abiyán, Costa de Marfil en marzo del 2011, cuando la aviación francesa bombardea las zonas residenciales de esta ciudad, afectando a gran números de familias, dejando un saldo de
victimas mortales no precisado hasta ahora.

Columnas de humo cubren el cielo de la Ciudad más importante de Costa de Marfil, Abiyán, luego de los brutales
bombardeos de la  aviación francesa, lo que Francia llamó: "la batalla final " contra la oposición marfileña.






martes, 17 de junio de 2014

BOKO  HARAM,
LAS  NIÑAS
Y  EL  PETROLEO

Por: Javier  Fernando  Miranda  Prieto

Luego de más de dos meses del secuestro de 276 niñas nigerianas a manos de un grupo islamista y a pesar del apoyo de la comunidad internacional, lo único cierto es que hasta ahora el futuro de estas escolares es de lo más incierto.

Parecía una historia de ciencia ficción, un grupo armado cuyo nombre reclama en contra de la educación occidental, entra a un internado y se lleva a más de 200 niñas que estaban descansando. Las menores son secuestradas por este oscuro grupo fanático para supuestamente ser vendidas; pero ahora, nadie sabe donde están las niñas, que es lo que quieren los terroristas y lo que es más terrible, nadie sabe cómo solucionar este dramático problema humanitario.

Desde ese fatídico día, el lema “Bring Back our Girls” (“Devuelvan a nuestras niñas”) se propagó desde Nigeria, gracias a los colectivos defensores de derechos humanos y a la misma sociedad nigeriana, a través de las redes sociales. Rápidamente, encontró el apoyo de personalidades mundiales de todas las esferas, desde la primera dama estadounidense Michele Obama y el Papa Francisco, hasta conocidos actores y destacados políticos, pasando incluso por lideres e instituciones islámicas, todos condenando este atentado.

En contraste, al febril activismo internacional a favor de la liberación de las niñas secuestradas por los fundamentalistas islámicos de Boko Haram, el presidente nigeriano Goodluck Jonathan evidenció una pasividad e incompetencia, que mereció el repudio mundial. Aunque, que se puede esperar de un gobierno que hizo de la corrupción, la ineptitud y el secretismo, los pilares de su gestión; solo protegido por sus aliados occidentales: Europa, Estados Unidos y China, quienes prefieren mantener sus facturas petroleras con el Estado nigeriano, a comprometerse con problemas tan complicados, como el terrorismo islámico.

La banda Boko Haram significa, en lengua hausa: “la educación de occidente es pecado”, pero el peor pecado para estos fundamentalistas es que las niñas accedan a la escuela y ejerzan ese derecho básico a la educación. Pero ellos, no son los únicos integristas musulmanes, que tienen esa aversión a la educación de los niños; los Talibanes siguen amenazando y asesinando a niñas y maestras en Afganistán y Paquistán. A Malala la balearon porque se atrevió a defender la educación para sus pares.

Una madre nigeriana muestra la fotografía de su pequeña hija Rose Daniel,
que permanece de rehén junto a otras 200 niñas.  
Ahora Boko Haram hace lo mismo y sabemos que proscribir la educación trae como secuela la pobreza extrema, los matrimonios y embarazos precoces, la exclusión de niñas y mujeres del espacio político, laboral y económico. La no educación de las niñas impulsa un círculo vicioso de pobreza familiar y de quiebra de la economía de la región. Esta violencia brutal contra la educación de las niñas no es gratuita, ya que ante la postergación social y económica de estas zonas, el discurso fanático y sectario de estos grupos fundamentalistas, podrían prender más fácil entre una población postergada, margina y sin educación.

Ahora para poner las cosas en su contexto, recordemos que esta secta islamista surgió en el 2002 para reivindicar la implantación de la Sharia en el noreste del país, en un principio fue un movimiento religioso moderado, opuesto a la cultura occidental; pero tras la muerte de su líder Mohamed Yusuf en el 2009 se radicalizó, empezando a usar la violencia como arma contra el Estado nigeriano. Desde ese año, se calcula que han muerto en Nigeria más de 5,000 personas, de las cuales 1,400 en lo que va de este año; y al menos 300,000 están desplazadas a causa de los ataques de esta banda de fanáticos, que han llegado a cruzar las fronteras de países vecinos como Níger y Camerún.

Nigeria antigua colonia inglesa, es el país más poblado de África -170 millones
de habitantes- y el primer productor de petroleo del continente.
Ahora se sabe, que el secuestro de las niñas el pasado 14 de abril, no fue el único ataque de este grupo terrorista,  pocos días antes habían matado a 70 personas en un atentado con bomba en la capital, Abuya y el 5 de mayo se permitió secuestrar a ocho chicas más de otra escuela en el estado de Borno, además de lanzar un ataque contra la ciudad de Gamboru Ngala en el que murieron 300 personas. Para mayor osadía, el actual líder de Boko Haram, Abubaker Shekau, publicó un vídeo ese mismo día amenazando con matar a todos los cristianos y jactándose en vender a las niñas secuestradas al mejor postor, incluso a las menores de nueve años.

      “Boko Haram significa: la educación occidental
              es pecado, pero el peor pecado para
        los fundamentalistas es que las niñas accedan
                    a la escuela y a la educación”

El gobierno de Nigeria asegura que no han salido del país, mientras otras fuentes dicen que ya llevarían muchos días fuera, en remotos lugares de Camerún o de Chad y hay incluso quien asegura que habrían llegado a los países árabes del golfo. Lo único cierto, es que hasta ahora el futuro de las niñas nigerianas, parece de lo más incierto.

Como lo decíamos líneas arriba, todo este interés internacional a favor de la liberación de las escolares secuestradas, contrasta fuertemente con la actitud de desinterés que el propio gobierno nigeriano tomo sobre el asunto, algo que ha sido una constante en los últimos años. Amnistía Internacional acaba de asegurar que las fuerzas de seguridad nigerianas estacionadas en la ciudad de Chibok, escenario del secuestro, fueron alertadas pocas horas antes del ataque de Boko Haram pero que no hicieron nada para enviar refuerzos.

Lo que está fuera de toda duda, es que el presidente Goodluck Jonathan tardó dos semanas en hacer una declaración pública sobre el asunto. No tuvo más remedio que hacerlo porque numerosos líderes mundiales estaban a punto de llegar al Foro Económico Mundial, que se celebró en Abuya y donde el mandatario esperaba celebrar el prestigio de su país, por la reciente evaluación que ha puesto a Nigeria como la mayor economía de África, aún por delante, de su eterno competidor, Sudáfrica.

Boko Haram y otros grupos extremistas recibieron armamento libio luego
que la OTAN derribara el gobierno de Gadafi, recibiendo entrenamiento
de Al Qaeda en el norte de Malí.
Qué paradoja más dramática, el Foro Económico de los ricos premia a Nigeria por sus positivos indicadores macro-económicos, mientras el pueblo nigeriano está viviendo uno de sus episodios más trágicos de los últimos tiempos; un secuestro que desnuda, no solo las falencias en su sistema de seguridad ciudadana y en sus políticas de defensa, sino que además, este secuestro ha evidenciado la injusta distribución de su renta petrolera, la marginación y pobreza de bastas regiones del país, una corrupción que ha devastado la moral de su gente y un fanatismo religioso que aparece como respuesta a las abismales diferencias económicas y las enconadas rivalidades regionales. En un país que es el más poblado de África, como 170 millones de habitantes y el primer exportador de petróleo del continente. Paradojas de un modelo económico neoliberal.

    “El fanatismo religioso podría prender más fácil
        entre una población marginada, postergada
                              y sin educación”

Otro aspecto a considerar de esta crisis, es que si Boko Haram lleva ya cinco años matando a miles de nigerianos y extendiendo un régimen de terror, que ha hecho incluso, que la mayor parte de las escuelas del noreste de Nigeria hayan cerrado recientemente, esto se debe a que el país tiene un ejército corrupto, incompetente y brutal, reflejo del gobierno que lo sustenta. Los numerosos abusos de derechos humanos que el ejército ha cometido contra la población civil en su supuesta contraofensiva contra Boko Haram, como es de esperar no ha hecho, sino favorecer que se cree un caldo de cultivo para que jóvenes frustrados se unan a los fanáticos islamistas.

Una de las cosas que he aprendido del análisis de la situación de los países africanos, es que los ciudadanos de este sufrido continente, necesitan ejércitos competentes, profesionales y con medios suficientes para mantenerlos activos (Leer en este mismo blog: “Estados Fallidos Y Ejércitos Colapsados”). Y más aún tratándose de una región donde son recurrentes las asonadas golpistas, los grupos subversivos, las bandas de narcotraficantes o la presencia de lo que yo llamaba en un artículo anterior: “el aventurerismo armado” o “el bandolerismo voluntarista”. En este contexto, es el Estado quien tiene la responsabilidad de enfrentar a estas organizaciones irregulares y delictivas, con un ejército y unos soldados mejor preparados y disciplinados. Porque una de las cosas que nos queda claro, es que si Nigeria tuviera un ejército bien instruido, como lo tuvo hace una década, un ejército profesional, bien adiestrado, sin corrupción, hoy no estaríamos lamentando el secuestro de niñas escolares.

Googluck Jonathan presidente de Nigeria, más preocupado en firmar contratos
petroleros con Europa y Estados Unidos, que en solucionar el drama humano
de las niñas secuestradas.
A estas alturas del análisis de la crisis en Nigeria, habría que abordar dos aspectos medulares que pocos quieren mencionar: la relación de Boko Haram con occidente y los intereses económicos de las grandes potencias en Nigeria. Sobre lo primero, nos causa extrañeza y curiosidad que recién ahora, Washington y Paris se sientan conmovidos por las acciones armadas del grupo islamista nigeriano y que empiecen una campaña de alerta contra esta banda extremista; siendo que desde hace cinco años, desde el 2009 se sabía que Boko Haram había asesinado a más de cinco mil personas y generado más de 300,000 desplazados.

Hay que recordar, que la asociación ilícita entre la OTAN y el AQMI -Al Qaeda del Magreb Islámico- grupo terrorista que actúa al norte de África, empezó desde el 2011, por medio del cual occidente y los extremistas islámicos se confabularon para derribar al gobierno libio y asesinar a Gadafi, repartiéndose sus riquezas petroleras, gasíferas y su arsenal armamentístico, desde donde se torció el destino de la Primavera Árabe a favor de occidente.  Es sabido que las ingentes armas que disponía Libia, fueron robadas y vendidas en el mercado negro a través del desierto del Sahara, terminando en manos de Ansar Dine -grupo extremista de Malí-, de rebeldes de la República Centroafricana y de Boko Haram. Desde el 2009 estos extremistas nigerianos se hacen conocidos en el exterior, pero recién en el 2011 consiguieron las armas de Al Qaeda y en el 2012 fueron entrenados en el norte de Malí, antes de la intervención francesa en enero del año pasado. (Leer en este blog: “El Islamismo Radical: Hechura de Occidente”).

     “Este secuestro evidencia: la injusta distribución
            de su renta petrolera, la pobreza en bastas
                  regiones del país y la corrupción”

También existe información que indica, que Arabia Saudita, el principal aliado de los Estados Unidos en la península arábiga,  financió directamente a los nigerianos, tal como hace con los Talibanes, los rebeldes sirios y ahora con el Estado Islámico de Irak y el Levante -ISIL según sus siglas en ingles- el violento grupo armado suní que está poniendo en jaque al gobierno iraquí.

"Devuelvan a nuestras niñas" fue el lema que surgió del mismo pueblo
nigeriano y que se propagó por las redes sociales. Ante la pasividad
del gobierno y el desinterés de las potencias, solo los colectivos
sociales se preocupan del tema. 
Se dice en la prensa que occidente está muy preocupado por el avance del fundamentalismo islámico en África; lo cierto es que estas potencias pueden estar muy preocupadas, pero no van a mover un dedo para intervenir contra los extremistas musulmanes, primero porque tienen otras prioridades económicas en la región (petróleo, gas, minerales) y segundo porque occidente no tienen la más mínima idea de cómo combatir a los  integristas africanos, sin que este continente no se convierta en un gran Afganistán. Paris a prometido, que va prestar asesores militares para ayudar al ejército de Nigeria a liberar a las niñas capturadas. Pero a Francia no le preocupa el extremismo islámico, su preocupación apunta a defender sus intereses económicos y estratégicos en el continente africano.

Por eso, Francia intervino en el 2012 en Malí, para cuidar las fronteras de Níger, un país de donde extrae el uranio para sus plantas nucleares. Lo mismo pasó cuando mando tropas y aviones a la República Centroafricana tras el golpe del 2013, para proteger sus intereses estratégicos en esa nación, así como para apuntalar a la dictadura de Chad, su aliado en el centro del continente, por sus ingentes reservas de petróleo. Es decir, los últimos despliegues del poderío militar francés en África, no han sido para neutralizar a los extremistas islámicos, ni para proteger a la población civil, sino simple y llanamente, para cuidar sus intereses estratégicos (petróleo, uranio) en la región.

       “La campaña mediática demonizando a este
                 grupo extremista es aprovechada
          por las grandes  potencias para legitimar
       su presencia militar y su control de la región”

Por su parte, para los Estados Unidos la prioridad en África, más que la lucha contra  el terrorismo islámico, es su temor a otra amenaza. Esa amenaza se llama China y la creciente relación entre Pekín y los países africanos espanta a las compañías occidentales. Principalmente, porque China a cambio de extraer los recursos naturales invierte en infraestructura y en desarrollo social en los países a los cuales se asocia. (Leer en este blog: “¿Qué busca China en África?).

La presencia de China no deja de ser desigual, dado que Pekín extrae materias primas a cambio de productos con valor agregado y además en el caso particular de Nigeria, existe el agravante de los vertidos de residuos toxicas en el delta del rio Níger. Pero las potencias occidentales tienen un accionar más reprobable, las empresas europeas y norteamericanas (Total, Chevron y Shell) han saqueados los recursos energéticos y corrompido a las elites locales profundizando aun más la desigualdad entre el África Central y Occidental.

Por eso, la campaña mediática demonizando a este grupo extremista nigeriano es aprovechada por las potencias occidentales para legitimar su presencia militar y su control de la región con un pretexto altruista, pero en realidad pretenden no perder terreno a manos de China, que necesita las materias primas, en especial los ingentes yacimientos de petróleo de Nigeria, para mantener su crecimiento económico.

Hace pocos días una amiga, que sigue los artículos de mi blog, me preguntaba porque las grandes potencias no hacían algo para salvar a las niñas nigerianas; le respondí que coincidía con su legitima indignación, pero lamentablemente, los países que realmente deciden en el mundo, tienen otras preocupaciones y prioridades, como por ejemplo: cuidar sus intereses económicos, proteger los equilibrios geopolíticos que les favorezcan y mantener a sus aliados en el poder. Por lo cual, los asuntos realmente importantes, los que requieren una solución humanitaria inmediata, esos no les interesa.